La baja de aranceles y la eliminación definitiva de las trabas para importar (SIRA/SEDI) han transformado el paisaje comercial. Los productos importados —ropa, tecnología, neumáticos— comienzan a verse en las góndolas con precios competitivos, obligando a la industria nacional a ajustar sus márgenes. Para el consumidor, es una buena noticia: la ropa ha bajado de precio en términos reales y hay más variedad de oferta.
Pero para los sectores industriales protegidos, el escenario es desafiante. La industria textil y del calzado reporta caídas en la producción y suspensiones de personal, advirtiendo que no pueden competir con Asia si no se bajan los impuestos internos y los costos laborales. El Gobierno les responde con la reforma laboral y tributaria, pero les avisa que el proteccionismo “bobo” se terminó: quien no sea eficiente, deberá reconvertirse.
La industria electrónica de Tierra del Fuego también está en reconversión. Con la apertura, el ensamblaje local pierde ventajas relativas, y las empresas buscan diversificarse hacia otros nichos o volverse más competitivas. Es un proceso de selección natural darwiniano que está reconfigurando el mapa industrial argentino.
El 2026 será el año de la verdad. Veremos qué industrias logran sobrevivir y crecer exportando, y cuáles quedarán en el camino. El Gobierno apuesta a una industria integrada al mundo, no aislada.













